Las abejas crean un búnker para sobrevivir al volcán

 Miles de abejas lograron sobreponerse al manto de ceniza que cubre la isla de La Palma. Así lograron sobrevivir a la erupción del volcán de Cumbre Vieja.

Casi dos meses del inicio de la erupción, el volcán de Cumbre Vieja aun no da muestras evidentes de que su actividad vaya terminar a corto plazo, pese a los "signos positivos" detectados y a la clara señal que podría indicar un posible debilitamiento.

Además, hay que sumarle las mil hectáreas que el volcán ha arrasado, los más de dos mil edificios destruidos, las plantaciones agrícolas y carreteras afectadas, entre otras cosas. También la ceniza ha cubierto buena parte de la superficie de La Palma. Una ceniza bajo la que quedaron sepultadas miles de abejas a unos 600 metros del centro eruptivo en la zona de Cabeza de Vaca. Éstas estuvieron sepultadas durante 50 días.


Cinco de las seis colmenas, intactas

En declaraciones a 'EFE' el presidente de la Agrupación de Defensa Sanitaria Apicultores de La Palma, Elías Gónzalez, sostuvo que "cinco de las seis colmenas permanecieron intactas" y que murieron las abejas que permanecían en la sexta colmena "porque ya estaba débiles antes de la erupción" del volcán.

La Unidad Militar de Emergencias (UME), agentes de la Guardia Civil y también de la Policía Local de la localidad de El Paso intervinieron en el rescate de las abejas. Uno de las sustancias utilizados por las abejas para protegerse contra la ceniza era el propóleo para evitar la entrada de dióxido de azufre procedente del volcán.

Con respecto al final de al actividad eruptiva, los expertos consideran que no se puede poner una fecha concreta, aunque si dieron posibles pistas de cómo podría darse el principio del final. El descenso del tremor, de los niveles de gases emitidos a la atmósfera (SO2 y CO2) son claves, al igual que un aporte magmático superficial.

Todo esto llega después de que la lava llegase de nuevo al mar en la Playa de los Guirres, junto con la fajana inicial que se formó a finales del mes de septiembre.

También se produjo un repunte de la sismicidad, y de los niveles de dióxido de carbono que se situaron en unas 43 mil toneladas. El último seísmo del 10 de noviembre fue de magnitud 5, localizado a 36 kilómetros de profundidad y su intensidad era de IV-V, de forma que ha sido el mayor terremoto desde la erupción.